IV
Ágata era una mujer de cuerpo y carácter fuerte, vivía y sentía intensamente, cuando amaba lo hacía con todo su ser y lo mismo sucedía cuando odiaba. Su calidad de madre iba más allá de su familia, permeaba al pueblo entero y es por eso que cariñosamente le decían “La Madre de Siempreverde”, antes solían decirle “Doña Mamá” pero ella insistía en que ese era un apodo de prostitutas. Tal era su influencia que asistía a todos las reuniones comunales como representante del pueblo entero, era la única con el nervio suficiente para corregir a punta de reprimendas verbales e incluso físicas al alcalde José de Lontananza (o Pepe para los amigos) cuando ella creía que el alcalde estaba a punto de tomar una decisión que pudiera dañar al pueblo de cualquier manera. No sería extraño pensar que se postulara ella misma para alcaldesa, pero cada vez que alguien lanzaba al aire esa pregunta, ella respondía siempre con las mismas palabras, en el mismo tono, una y otra vez:
- No me vengas con estupideces – Decía Mamá - Mira como lo tienen al pobre Pepe, tiene que andar lidiando con cada estupidez del gobierno, tanto así que se le secó el seso y ahora anda igual de jodido que ellos.
- Oiga doña Ágata yo estoy presente – decía indignado Pepe de Lontananza.
- No te quita lo idiota, no sé que haces aquí en mi café si deberías estar en la alcaldía trabajando.
- ¡Es mi hora de almuerzo!
Se miraban directamente a los ojos.
- Inútil.
- Vieja loca.
Así era una relación normal entre ellos dos, a los ojos de cualquier persona que no fuera de Siempreverde le parecería que ambos querrían matarse, pero la verdad es que se tenían un respeto y aprecio mutuo inimaginable. Tanto así que una vez una visita ilustre fue a la localidad y al ver la imprudencia de aquella mujer que sin ningún pudor entraba a la oficina en plena reunión a pedir prestada un par de tijeras, preguntó al alcalde quien era ella, llamándola “mujerzuela ignorante y loca” además de otros improperios de grueso calibre, indignos de ser relatados acá. Antes que ella explotara de ira la detuvo un bramido feroz junto a un golpe de mesa que hizo un estruendo tal que las palomas de la plaza de armas huyeron volando.
- ¡No se atreva a decirle mujerzuela! – rugió Pepe, rojo de cólera ante la impertinencia de la visita, tanto él como “Mamá Siempreverde” quedaron atónitos ante aquella furia, nunca antes vista en el bonachón de Pepe.
- ¿Cómo dice usted? – Preguntó el turista – ¡Tenga más respeto conmigo señor!
- ¡Usted tenga más respeto, que esta señora conoce a este pueblo como nadie en el mundo y vale mucho más que cien de usted! – Le respondió el alcalde de la ilustre ciudad de Siempreverde, se enderezó la corbata, se arregló un flequillo que se había rebelado en medio de la rabieta y dijo con una serenidad que atemorizaba – Nadie insulta a los lugareños y menos a esta dama que tanto ha hecho por este pueblo, que se merece los más altos honores del estado. Ahora por favor discúlpese y le ruego que disfrute de su estadía en este lugar, al que yo llamo hogar.
Una pausa le dio tiempo a doña Ágata de arremangarse la blusa y sin ningún rodeo, se acercó a su defensor y le propinó una palmada en la cabeza tan sonora que el visitante se estremeció ante tal muestra de poder.
- ¿Qué crees que haces gritando de ese modo? ¡Casi me matas del susto idiota!
- ¡Defendiéndote mujer! ¿Acaso eres sorda?
- ¡Sordo eres tú que no sabes escuchar cuando te digo que trates bien a los turistas! A veces me pregunto por qué demonios voto por ti.
- ¡Porque soy el único que se presenta!
- Dios mío que nunca vas a aprender, me voy a mi café que aquí lo único que hago es amargarme la vida.
- Toma tus tijeras y lárgate.
- Ya no las quiero, sopenco.
- Vieja loca.
La visita ilustre, acorralada en un rincón, halló la manera de decir, con una sonrisa nerviosa y el sudor empapándole el rostro:
- Encantadora, simplemente encantadora.
Esa misma noche, en El Embrujo, estaba doña Ágata tomando café con don Pepe, solían hacerlo todos los días, ya era una costumbre que en el atardecer el alcalde pasaría a descansar un rato a su restaurante favorito.
- ¿Te meterás en problemas por lo que ocurrió al mediodía? – preguntó ella mientras bebía un sorbo de café.
- Lo dudo mucho – respondió el alcalde, riendo- De hecho lo impresionaste sobremanera, me dijo que quería “conocerte mejor”.
- Ya estoy muy vieja para esas niñerías.
- Ambos lo estamos.
2 comentarios:
como que Ágata y Pepe tienen ondaaaaaaaaaa
uyuyuyuyuyyyyyy
ta weno
Ya pos wn, quiero otro capitulo.
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